Artículos de investigación

  

 

Hay afectos de tan delicada honestidad…

There Are Affections of Such Delicate Honesty…


Resumen

En este trabajo se hace homenaje a Aralia López a partir de la relación intelectual que tuvieron ella y la autora, cuyo eje fue la figura de José Martí, en especial su convicción de que la política es una ética cuando se funda en el pensamiento poético. El propósito es mostrar, a través del trabajo académico de ambas, el tipo de diálogo que mantuvieron a lo largo del tiempo y que continúa, a pesar de que la homenajeada haya muerto, en virtud de que el lazo que las une es de orden espiritual.

Palabras clave: 

José Martí; krausismo; poesía; política; ética.

Abstract

In this article, the author pays homage to Aralia López on the basis of the intellectual relationship the two shared and which turned on the axis of the figure of José Martí, specifically regarding his conviction that politics, when based on poetic thinking, constitutes an ethical proposal. Its aim is to show, through their respective academic work, the kind of dialogue that evolved over time and the intellectual fruits that sprang out of this long conversation. Their dialogue continues still today, despite the honoree of this article having passed away, since the bond that ties them together belongs to a spiritual order.

Keywords: 

José Martí; Krausism; poetry; politics; ethics.


“La única verdad de esta vida, y la única fuerza, es el amor. En él está la salvación, y en él está el mando. El patriotismo no es más que amor. La amistad no es más que amor.”

-José Martí

Conocí a Aralia López en 1984, cuando recién llegaba yo de Cuba para estudiar el doctorado en lingüística hispánica en El Colegio de México, donde ella estaba a cargo de la coordinación del posgrado en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios. Sin embargo, nuestra amistad no nació hasta que fuimos colegas en la UAM Iztapalapa unos años después, sobre todo, porque compartíamos una profunda admiración por José Martí. Yo había hecho mi tesis de licenciatura en la Universidad de las Villas, en Santa Clara, Cuba sobre el pensamiento político de Martí durante su estancia (1875-1876) en un México gobernado por Sebastián Lerdo de Tejada, el sucesor de Benito Juárez. Al poco tiempo de llegar, Martí abandonaría el país a causa del golpe de Estado de Porfirio Díaz, porque consideraba que no podía vivir en un lugar donde alguien se ha declarado por voluntad propia “señor de hombres”; ante lo que clama: “¡Humanidad, más que política! ¡Indignación más que miseria! Esta es mi fuerza: aquella es mi amor” (Martí VI: 362).

Y si bien Martí fue nuestro tema predilecto, hablé con Aralia de muchas cosas, no sólo intelectuales sino personales, pues encontré en ella a una persona de generosa escucha que disfrutaba mucho de la conversación y la tertulia con todos sus amigos que la quisimos y la admiramos. Sin embargo, decidí que Martí era el mejor pretexto para recordarla porque me permite honrar nuestro encuentro como una cubana y una mexicana que queríamos tanto a nuestros países adoptivos como a los propios. También lo elegí en recuerdo de esas largas conversaciones que extraño muchísimo, de modo que abordaré un texto que ella escribió sobre su Martí, que está publicado en un libro en el que yo también publiqué un trabajo sobre uno de los aspectos de mi tesis, relacionado con la concepción filosófica que tenía el poeta cubano del ser humano (Hernández, “Martí en México”). Me pareció que el mejor homenaje que yo podía hacerle, ahora que ya no está con nosotros, era seguir conversando con ella desde nuestras escrituras.

José Martí: poética y política es el libro al que me refiero. Fue publicado en 1997, y recogía todos los trabajos presentados en un coloquio dedicado a Martí, organizado en la UAM-Iztapalapa en 1994, el cual fue editado por las organizadoras del encuentro: la propia Aralia y Rocío Antúnez, otra querida colega de la Universidad. El texto de Aralia es extenso (24 páginas), y tiene como eje las terribles experiencias que vivió Martí en su juventud y que marcaron su personalidad. Se refiere a esas vivencias, en alusión al poema de Vallejo1, como los tres “golpes”: la imagen del esclavo colgado de un árbol, la prisión y el exilio (López 39). Resulta muy interesante que esa imagen del esclavo asesinado, que vio Martí en su infancia en Hanábana, cuando hacía de escribano para su padre que había sido nombrado juez del lugar, y que sabemos que es un momento determinante en el futuro pensamiento político de Martí, lo contraste Aralia con su propia visión del héroe, cuando de niña iba con sus compañeras de clase al Paseo del Prado: “para saludar a su José Martí, el héroe de la independencia de Cuba sin traje militar, sin caballo y sin armas. Un héroe blanco. Un héroe de palabras” (López 31). Aralia quiere convencernos desde el principio de que la historia viaja en la mirada (López 36) y que, por lo tanto, las imágenes subjetivas son determinantes en la arquitectura que tendrá nuestra vida. Y aunque ella no mencione después su propia imagen infantil de Martí, es evidente que todo lo que expondrá en su texto sobre él, es un producto de ello. Es decir, de su posición política que siempre estuvo del lado de la justicia, y de la poesía, porque como Martí ella también creía que sin belleza ninguna ruta que se tome hacia la libertad será auténtica. Esa es la razón de que juegue con el pronombre posesivo su, que Martí usaba como despedida en sus cartas afectuosas, con el uso que de él hace ella cuando titula su trabajo: “Su José Martí: ‘en los ojos la imagen va.’”

Esta relación entre subjetividad y objetividad también se proyecta hacia el lugar que ocupa la poesía en la lucha política y señala que coincide con Eugenio Trías, en que la pasión es indispensable para la acción, a contracorriente de un racionalismo que califica de insensato ya desde su presentación del libro2, apelando a otras racionalidades que la llevan a defender la idea de que una de ellas es la poesía, al concebirla como:

… un instrumento de comunicación-revelación del sentido -los sentidos- de la vida y del trabajo humanos. El quehacer estético es también constitutivo de la construcción de lo humano en el mundo, en el universo, de acuerdo con la concepción de Martí; y no únicamente un quehacer formal y subjetivo, porque hacer poesía permite ampliar las fronteras del sentido y de la representación de la realidad de los hombres y mujeres cuyo contexto específico es la cultura. (López 33)

Esta cualidad cultural que le atribuye a la poesía no la lleva a considerarla como una práctica creadora, pues señala que no se trata únicamente de un “quehacer formal y subjetivo”, debido a que ensancha los límites del sentido; sin embargo, parecería que esta operación es una consecuencia de esa subjetividad que es la responsable de la creación de formas, quizá en el sentido de Jakobson, para quien la producción de sentido es un trabajo sobre la forma, precisamente. No obstante, ella no cree que la creación de sentido se trate tan sólo de un juego de palabras, sino de una manera de actuar en el mundo. Lo cual se confirma cuando anuncia, más adelante, que lo que busca es: “entender la coherencia íntima de las motivaciones subjetivas del hombre Martí que tienen su expresión objetiva en su acción política en correspondencia con algunas de sus imágenes poéticas” (López 36). Encuentro entonces en su propósito dos tipos de imágenes: aquellas que son parte de la memoria que nos habita y aquellas que expresan figuraciones sobre la realidad que se busca transformar, las cuales son necesariamente parte de la memoria y la acción colectiva. La pregunta que se desprende aquí es la de cómo es que se conectan ambas imágenes para sustentar la acción política, y la respuesta la encuentro en el lenguaje.

Por esa razón, me parece más apropiado plantear que la poesía es poiesis, un “hacer” que entraña una manera de ver y de hacer ver el mundo, a través de la praxis lingüística que se separa de las restricciones propias del uso comunicativo de la lengua cuando hacemos poesía, ya que es entonces cuando nos apropiamos de nuestra lengua. Quizá la manera más bella en que se ha dicho esto, a propósito de Martí, sea la de Marinello, para quien: “Martí es un gran escritor, pues porque poseyendo el ímpetu, tiene el vehículo. Y porque el vehículo, la lengua, es tan excepcional como la llama que lo lanza a ganar hombres por los caminos de la belleza” (Marinello 29).

No quisiera dar a entender con ello que, como género literario, no esté la poesía sujeta a normas, sin embargo, como la propia Aralia señala, Martí necesita romper con el canon porque hace un uso distinto de la poesía al ponerla al servicio de la libertad, un compromiso que lo obliga a crear una expresión estética propia, que se adecúe a las condiciones latinoamericanas, en eterna lucha por defenderse de la voracidad colonial e imperialista (López 31). Esto es, Martí es el creador de una poesía revolucionaria hispanoamericana que abre la puerta al modernismo y, por tanto, a una ética-estética: un concepto nuevo de lo político en el que la armonía y el amor son expresadas a través de metáforas políticas poderosas: la luz y la visión. Dos símbolos masónicos que nos dan bastantes pistas sobre la fuente de la que se nutre este pensamiento, más allá de las experiencias personales, y que Aralia no atiende por razones muy explicables, puesto que la masonería siempre ha sido una especie de decorado de la figura de Martí; algo que fue olvidado, en gran medida, porque el krausismo martiano, que es una filosofía masónica, ha sido considerado como un tema irrelevante por muchos de los estudiosos de su obra como, por ejemplo, Medardo Vitier, José A. Béguez César y Andrés Iduarte.

Debido a mi formación como filóloga y lingüista, yo analicé el lenguaje martiano como un sistema conceptual y encontré ahí una concepción espiritual del ser humano. Las metáforas me llevaron a una serie de equivalencias que revelaban la dimensión simbólica de lo que Martí concibe como espiritualidad humana. En el trabajo que yo presento en el libro de marras, muestro la organización de ese sistema de fuerzas vitales que nos impelen a actuar porque son parte de nuestra naturaleza, que para Martí se resume en el deber que tenemos de conseguir la independencia y la justicia, dos elementos imprescindibles para llegar a ser plenamente humanos (Hernández, “Martí en México”). Esa es la razón de que considere como antinatural e inhumano cualquier estado de cosas que no cumpla con estas dos condiciones esenciales de la dignidad humana. Desde esta posición, concluye que cuando un individuo no tiene conciencia de este deber divino está muerto espiritualmente: sus fuerzas están dormidas y sólo pueden despertar a través de la educación, que es el ejercicio fraternal donde el conocimiento se comparte y nutre el espíritu. Ser digno, entonces, es un trabajo personal pero no se puede realizar más que colectivamente, puesto que el lenguaje es un bien que, por su naturaleza, es de todos. Su cualidad democrática se deriva de que en él se fundamenta la posibilidad de pensar y expresarse libremente, un derecho que alcanza su forma más elevada en la poesía: es inteligencia que vuela hacia lo alto. Sin embargo, el poeta exige que esa palabra sirva al bien común, a lo que le llama el mejoramiento de todos, de modo tal que la poesía adquiera una condición pedagógica, en virtud de que, como establece Martí: “Poeta es algo como relámpago: se enciende a instantes; pero los campos de la tierra no se cultivan sin que el sol dore por la tarde las amarillas copas de las mieses. La vida práctica necesita un hombre práctico” (VI: 295).

La relevancia que Martí le atribuye a la educación se desprende, sin lugar a duda, del krausismo, que fue el humus intelectual del que se nutrió su pensamiento en el exilio en España, donde era una filosofía dominante entre los liberales, a tal grado, que en ella se fundaron los ideales de la Primera República española.

Yo no sabía nada del krausismo cuando hice mi tesis. No fue sino hasta muchos años después, cuando me interesé en la participación de Martí en la política cultural de México (Hernández “José Martí”), que pude apreciar la importancia del espiritualismo martiano en la lucha política de esa época, que se confrontaba con el positivismo de Augusto Comte, apenas en emergencia en ese momento, pero que conseguirá el estatus de filosofía oficial durante la dictadura de Díaz. Me encontré entonces con que el krausismo en México era marginal, debido a que la Reforma juarista era una transformación inspirada, fundamentalmente, en la Revolución francesa. La aportación de Martí al proceso político mexicano consistió en aplicar el krausismo al pensamiento reformista, con el que encontraba una fuerte identificación debido a la masonería y un espiritualismo que también defendían muchos liberales por esos años, en los debates con los positivistas, que ocurrían en El Liceo Hidalgo y en los que Martí participó con enorme éxito3. Cuando Aralia conoció este trabajo que continuaba el que había realizado en mi tesis, me señaló la importancia de seguir investigando sobre el tema del krausismo. Así fue como me di a la tarea de entrar a fondo en el asunto y descubrí, como una revelación, la historia de un filósofo masón, Karl Krause, contemporáneo de Hegel, que hizo público el secreto masón porque estaba convencido de la necesidad de convertir a toda la sociedad humana en una sociedad masónica, una decisión que le costó su expulsión de la logia y de la Universidad4.

Y si en Alemania fue considerado como un filósofo menor, en Bélgica fue el bastión de la lucha a favor de una educación laica, que culminó con la fundación de la Universidad Libre de Bruselas, la primera universidad laica europea. La filosofía krausista pasaría de Bélgica a España, donde los republicanos estaban sumamente interesados en arrebatarle el control de la educación a la Iglesia para modernizar al país; una batalla que llegó hasta la Segunda República española, cuando nacen en 1931 las misiones pedagógicas5, a iniciativa del krausista Manuel Bartolomé Cossío, en una campaña conmovedora que llevaría a artistas e intelectuales de la talla de García Lorca, Machado y Zambrano a presentar obras de teatro y hacer lecturas de poesía en los pueblos perdidos del campo español, con el fin de hacer partícipes de la cultura urbana a los campesinos.

De igual modo, el krausismo será una filosofía adoptada por varios países latinoamericanos, de manera destacada en Argentina, donde tuvieron incluso un presidente krausista, Hipólito Irigoyen, quien inaugura el radicalismo argentino, al que la madre del Che Guevara estuvo muy vinculada. Esta investigación que presenté en Praga y que fue publicada en la Universidad Carolina en 2018 (Hernández “El lugar”), la encontró Aralia muy estimulante para seguir profundizando en el peculiar espiritualismo martiano, una perspectiva que había sido marginada, fundamentalmente, por ese racionalismo militante del positivismo que fue la filosofía que dominó el siglo XX, y que Aralia había criticado con fuerza en su texto de 1997.

Esta larga digresión se justifica en tanto me permite establecer de manera más clara el tipo de conversación que Aralia y yo tuvimos, que duró muchos años, y que fue un acompañamiento para pensar, porque si pensar con otro es indispensable para pensar bien, nosotras nos necesitábamos para pensar, en un sentido profundo de la conversación que es diálogo que crece como una planta y da frutos, y cuya raíz, en este caso, era nuestra convicción de que Martí nos hablaba de cosas que teníamos por buenas y esenciales. La más importante para nosotras, era sin duda, la fuerza vital del amor porque es la que hace posible una política espiritual, que es aquella que se funda en una poética donde ética y estética son lo mismo.

Dice Martí en uno de los artículos firmados como Orestes en México, que “el ser del hombre tiene dos activas fuerzas, de las que nacen el propio mejoramiento y la ajena estima: el respeto y el amor” (VI: 305), en referencia a su queja por la poca asistencia de jóvenes a los debates del Liceo Hidalgo, a quienes acusa de andar “como esquivándose de lo que los reúna en común, y recatándose los unos de los otros: son como plantas aisladas, ellos que diariamente encomian las bienaventuranzas de la fraternidad” (Martí VI: 307). Y es que para Martí, el amor es una fuerza espiritual, una “energía armonizadora” (López 48) que reúne a los hombres en una causa común que es la realización de su naturaleza en este mundo, donde estamos obligados a conseguir la dignidad humana. De modo que el concepto de Patria no es una abstracción en Martí, sino la realización del amor en la procuración del mayor bien, para el número mayor.

Este afán de armonía humana nace de la obligación de estar en correspondencia con la que posee el universo; esa es la explicación de que el sol sea un símbolo en Martí, al que Aralia le atribuye la capacidad de ser una “lámpara cósmica” (López 32) que revela lo trascendental a través de sus soportes, que son la luz y la visión pero que, a su vez, explica su cualidad de ser un “ojo cósmico” en el que se ve el ojo humano y por el que puede ver el ojo humano.

El sol es un símbolo masónico de enorme importancia que se asocia con el amor, la benevolencia y la filantropía, a través de su rasgo más destacado que es la luz, en virtud de la obligación masónica de trabajar siempre en y para la luz como fuente de vida6. Un principio que es transparente en el poema de los Versos sencillos que usa Aralia como referencia para hablar de la importancia de las visiones en la conformación de la personalidad de Martí:

¡Arpa soy, salterio soy

Donde vibra el Universo:

Vengo del sol, y al sol voy

Soy el amor: soy el verso! (Martí XVI: 91)7

Todo esto nos conduce al esclarecimiento de la segunda parte del título del texto de Aralia: “en los ojos la imagen va”, que es una frase que también ha tomado del propio Martí, esta vez de uno de los Versos libres, el titulado “Noche de mayo”, que yo citaré completo:

Con un astro la tierra se ilumina;

Con el perfume de una flor se llenan

Los ámbitos inmensos. Como vaga,

Misteriosa envoltura, una luz tenue

Naturaleza encubre, y una imagen

Misma del linde en que se acaba brota

Entre el humano batallar. ¡Silencio!

¡En el color, oscuridad! ¡Enciende

El sol a pueblo bullicioso y brilla!

¡La blanca luz de luna! En los ojos

La imagen va, porque si fuera buscan

Del vaso herido la admirable esencia,

En haz de aromas a los ojos surge;

Y si al peso del párpado obedecen,

¡Como flor que al plegar las alas pliega

Consigo su perfume, en el solemne

Templo interior como lamento triste

La pálida figura se levanta!

¡Divino oficio! El Universo entero,

Su forma sin perder, cobra la forma

De la mujer amada, y el esposo

Ausente, el cielo póstumo adivina

Por el casto dolor purificado. (Martí XVI: 194)

Este complejo poema, que refiere con insistencia a la iluminación solar como fuente de toda vida porque sin la luz no hay visión y, por ende, tampoco entendimiento ni criterio para actuar, le sirve a Aralia para mostrar el nudo entre poesía y política en Martí, que ella concibe como la articulación entre lo subjetivo y lo objetivo, que es un asunto que le interesa particularmente, como ya hemos dicho:

Y el verso recalcado es el que utilizo para completar el título de este trabajo, con el cual he querido sugerir la articulación profunda que en la estructura de personalidad de Martí, tienen la actividad del hombre público y de servicio con la del hombre íntimo y poético en cuya obra predominan las imágenes que se apoyan en el sentido de la vista, y en el motivo de la mirada -interior y exterior- en cuanto marca de una tensión y de una posición subjetivas. (López 47)

Y pareciera que Martí le da la razón cuando plantea que:

Los hombres son productos, expresiones, reflejos. Viven, en lo que coinciden con su época o en lo que se diferencian marcadamente de ella; lo que flota, les empuja y pervade; no es aire sólo lo que les pesa sobre los hombros, sino pensamiento; esas son las grandes bodas del hombre: sus bodas con la patria. (XIII: 34)

Pero no dejemos suelto el hilo que ya antes nos había conducido a la indisoluble relación entre el amor y la visión que solamente es posible por la presencia de ese “ojo cósmico” que es el sol, puesto que de ahí se desprenden conceptos políticos de enorme profundidad como la dignidad, que -ya lo hemos mencionado también-, se manifiestan a partir de las fuerzas espirituales que nos impelen a actuar para mejorar la condición humana. En una nota escrita por Martí en 1894 queda hermosamente establecida esta condición amorosa de la visión: “Por el amor se ve. Con el amor se ve. El amor es quien ve. Espíritu sin amor, no puede ver” (Martí XXI: 419).

El lugar de la visión en esta perspectiva que elige Aralia -en la que lo interno se proyecta sobre lo externo-, le permite exponer la concepción martiana del deber. Los tres “golpes” son ahora el abanico en que se va abriendo la mirada de Martí y que muestra su maduración política y estética, en la que el poeta se muestra a sí mismo como alguien que debe salir de la oscuridad hacia la luz, como una obligación moral que culmina en la muerte. Partimos de esa primera visión del esclavo colgado del árbol, iluminado por el sol del amanecer, que aparece en el poema XXX de los Versos sencillos:

Rojo, como en el desierto,

Salió el sol al horizonte

Y alumbró a un esclavo muerto,

Colgado a un seibo del monte.

Un niño lo vio: tembló

De pasión por los que gimen:

¡Y, al pie del muerto, juró

Lavar con su vida el crimen! (Martí XVI: 106; énfasis mío)

Una visión trágica que se transformará en el presidio, cuando viva el horror de la denigración de su persona y de los que lo acompañan, en un mundo de sombras. En su desgarrador recuento sobre esos terribles días, que describe en El presidio político en Cuba, surge la necesidad de no permanecer ciego ante lo que ocurre, como los demás presidiarios sentenciados a trabajos forzados como él, quienes aparecen como seres muertos espiritualmente:

Habían partido, me dijeron, mucho antes de salir el sol, y no habían llegado aún, mucho tiempo después de que el sol se había puesto. Si el sol tuviera conciencia, trocaría en cenizas sus rayos que alumbran al nacer la mancha de la sangre que se cuaja en los vestidos, y la espuma que brota de los labios, y la mano que alza con la rapidez de la furia el palo, y la espada que gime al golpe como el junco al soplo del vendaval. Los tristes de la cantera vinieron al fin. Vinieron, dobladas las cabezas, harapientos los vestidos, húmedos los ojos, pálido y demacrado el semblante. No caminaban, se arrastraban; no hablaban gemían. Parecía que no querían ver; lanzaban sólo sombrías cuanto tristes, débiles cuanto desconsoladoras miradas al azar. (Martí I: 55; énfasis mío)

Aralia encuentra en la obligación de ver ese horror, la posibilidad de superar ese acontecimiento traumático y convertirlo en la fuerza que lo llevará a luchar para que ya nunca ocurra. Esa sería precisamente la “textura amorosa de la sensibilidad martiana” (López 47) que nace de la certeza de que “la fraternidad de la desgracia es la fraternidad más rápida” (Martí I: 58). Lo que ha visto en la prisión se convierte en denuncia, es un testimonio vivido en carne propia que repite sin cesar: “Yo lo vi, yo lo vi”, cuando describe las llagas del anciano don Nicolás Castillo (Martí I: 56); “Miré, miré”, ante el cuerpo del niño de doce años, Lino Figueredo, con sus viruelas que convertían “en negra llaga la cara” (66).

El último golpe, el del exilio obligado, que queda condensado en los versos reunidos en Flores del destierro es el momento de maduración política del poeta guerrero pero también de abismal oscuridad, pues el abandono de la patria le producirá enorme dolor.

Consistente con su planteamiento inicial de querer mostrar esa relación entre las imágenes poéticas y los actos políticos martianos, Aralia vuelve a poner el acento en una imagen poética del destierro que apunta hacia la idea de la patria como una visión oscura, cercana a la noche, donde no hay la luz necesaria para la armonía del alma y de los hombres:

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche

¿O son una las dos? No bien retira

Su majestad el sol, con largos velos

Y un clavel en la mano, silenciosa

Cuba cual viuda triste me aparece

¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento

Que en la mano tiembla! Está vacío

Mi pecho, destrozado está y vacío

En donde estaba el corazón. Ya es hora

De empezar a morir. La noche es buena

Para decir adiós. La luz estorba

Y la palabra humana. El universo

Habla mejor que el hombre,

Cual bandera que invita a batallar, la llama roja

De la vela flamea. Las ventanas

Abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo

Las hojas del clavel, como una nube

Que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa… (Martí XVI: 252; énfasis mío)

Si me he referido antes a la cualidad de la luz solar como símbolo de armonía y de vitalidad, fuente de la visión y del conocimiento, podríamos concluir que los “tres golpes” en los que se puede resumir su vida, nos han conducido desde esa imagen iluminada por el sol del esclavo colgado, que lo indigna y lo compromete a luchar contra esa injusticia; a las sombras de la prisión, donde a pesar de que los hombres han sido confinados a la mayor oscuridad del alma, nace la luz de la fraternidad y la fuerza del amor. En el exilio, la patria es una viuda que carece de amor, y el corazón de Martí ha quedado vacío: es la muerte de la noche del espíritu. No obstante, también ahí vuelve a iluminar su vida la España de profunda renovación política que subyace a la proclamación de la República española y que, como ya hemos dicho, le permitirá tener una visión del mundo en la que la convicción del krausismo, de que la luz del conocimiento transforme toda escuela en un sol que convierta a cada hombre en una antorcha- como dirá Martí después-, estará presente toda su vida. México será su patria adoptiva, donde se reunirá con su familia, se casará y hará amigos entrañables, el más querido, Manuel Mercado. Ahí renacerá la esperanza por la admiración que profesa hacia el juarismo, y que le permite además, por primera vez, actuar como revolucionario y como poeta, en un momento de profunda renovación cultural. Estados Unidos, por su parte, será una experiencia que no sólo le permitirá entender a profundidad la ferocidad imperialista, sino los logros de una democracia fuerte que hace posible que las luchas obreras ganen fuerza en la reivindicación del trabajo proletario, y la ciencia y la técnica avancen hacia el progreso en el que confía como garantía del mejoramiento humano. Aparecen entonces imágenes donde el sol vuelve a brillar en el horizonte y el deber hacia la patria se realiza como una misión, la de conseguir la independencia de Cuba mediante una guerra necesaria en la que sacrificará su vida, como se anuncia en el sueño que aparece en su Diario de Montecristi a Cabo Haitiano, donde Aralia vuelve a encontrar una imagen subjetiva en la que la luz solar ilumina el espíritu del revolucionario cubano:

Soñé que, de dos lanzas que había, sobre la lanza oxidada no daba la luz del sol, y era un florón de luz, y estrella de llamas, la lanza bruñida. Del alma perezosa, no se saca fuego. -Y admiré, en el batey, con amor de hijo, la calma elocuente de la noche encendida, y un grupo de palmeras, como acostada una en la otra, y las estrellas que brillaban en sus penachos. Era como un arco perfecto y súbito, y la revelación de la naturaleza universal del hombre.” (Martí XVII: 192)

Martí morirá unos pocos meses después de haber escrito este sueño. Se trata de una imagen poderosa en la que se expresa la rememoración de la Patria, pero también el deber hacia ella y que nos recuerda el poema XXIII de los Versos sencillos donde habla de su muerte:

Yo quiero salir del mundo

Por la puerta natural:

En un carro de hojas verdes

A morir me han de llevar

No me pongan en lo oscuro

A morir como un traidor

¡Yo soy bueno, y como bueno

Moriré de cara al sol! (XVI: 98)

La vida del héroe se convierte en la gesta romántica de aquel que va en pos de la luz, un propósito que emparenta a Martí con Goethe quien, nos recuerda Aralia al final de su texto, pronunció antes de morir la frase: Mehr Licht (más luz), ante lo que ella imagina que Martí podría responderle: Para la hora de la luz, la hora de reposo y de flor… y añade: Su José Martí (López 55).

Después de este recuento de las reflexiones que nos reunieron a Aralia y a mí con Martí, a lo largo de esos años en que disfrutamos del gozo de compartir la escritura y la conversación, siempre con ese afecto de tan delicada honestidad que nos unió, no me queda duda alguna de que Aralia no ha muerto, puesto que tal y como pensaba Martí:

La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador; pero viven perpetuamente y fructifican los pensamientos que en él se elaboraron. Son los tiempos como ondas del aire que entre sí se comunican y extienden las glorias de los que se cobijaron a su sombra. (Martí VI: 420)

 

Obras citadas

Frau Abrines, Lorenzo. Diccionario enciclopédico de la masonería, Tomo II, La Academia, Barcelona, 1891.

Hernández, Laura. “Martí en México.” José Martí: poética y política. Coordinado por Aralia López y Rocío Antúnez, UAM-Iztapalapa, 1997, pp. 107-114.

Hernández, Laura. “José Martí y la política cultural mexicana (1875-1876).” Proyectos políticos y culturales en las realidades caribeñas de los siglos XIX y XX. Coordinado por Josef Opatrný, Editorial Karolinium, 2016, pp. 243-250.

Hernández, Laura. “El lugar del krausismo en el pensamiento martiano.” Caribe hispano y Europa. Siglos XIX y XX. Dos siglos de relaciones. Editado por Josef Opatrný, Editorial Karolinium, 2018, pp. 109-114.

Hernández, Roberto J. “José Martí hecho luz en el Hanábana.” Agencia cubana de noticias. 19 mayo 2019. http://www.acn.cu/cuba/9673-jose-marti-hecho-luz.

López González, Aralia y Rocío Antúnez, coordinadoras. José Martí: poética y política. Universidad Autónoma Metropolitana- Iztapalapa, 1997.

López González, Aralia. “Su José Martí: “en los ojos la imagen va.” José Martí: poética y política, UAM-Iztapalapa, 1997, pp. 31-55.

Marinello, Juan. “Españolidad literaria en José Martí.” Ensayos martianos. Universidad Central de las Villas, 1961, pp. 25-61.

Martí, José. Obras completas. Editora Nacional de Cuba, 1963-1965. 25 tomos.

Martí, José. “Debate en el Liceo Hidalgo” [1875], 2014. Revista Universal, http://www.josemarti.cu/wp-content/uploads/2014/06/046-DEBATE-EN-EL-LICEO-HIDALGO-Revista-Universal.pdf.

Platón. República. Tomo IV, Biblioteca Clásica Gredos, 1986.

Ureña, Enrique. Krause educador de la humanidad: una biografía. Unión Editorial, 1991.

Vallejo. César. Los heraldos negros. Biblioteca Virtual Universal, 2003, https://www.biblioteca.org.ar/libros/128.pdf.

 

NOTAS

[1]

Se trata del primer poema de Los heraldos negros, que da nombre al primer poemario de César Vallejo, publicado en 1919. El poema comienza así: “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma... ¡Yo no sé!” (Vallejo).

[2]

Dice ahí: “La lógica compleja y abierta de Martí se apartó de la arrogancia dogmática que, en Occidente, hizo de la razón una forma de determinismo casi divino, excluyendo otras formas de racionalidad de acuerdo con diferentes procesos históricos y socioculturales” (López y Antúnez 8).

[3]

En uno de esos debates Martí defendió fervorosamente el espiritualismo con estas palabras que le otorgaron un largo aplauso del público: “Con mi inconformidad en la vida, con mi necesidad de algo mejor, con la imposibilidad de lograrlo aquí, lo demuestro: lo abstracto se demuestra con lo abstracto, yo tengo un espíritu inmortal, porque lo siento, porque lo creo, porque lo quiero” (Martí, “Debate”).

[4]

Krause pertenecía a la logia “Las tres espadas y verdaderos amigos de Dresden” desde 1805 y fue expulsado en 1810 por haber publicado “Los tres documentos más antiguos de la hermandad masónica” (Ureña 112).

[5]

Esas misiones pedagógicas tienen un paralelismo sorprendente con la propuesta que hace el propio Martí en 1884 de llevar a cabo el proyecto que denominó “Maestros ambulantes”, en el que también hablaba de la importancia de llevar la cultura a las zonas rurales (Véase Martí VIII: 291).

[6]

El origen de este fundamental símbolo masónico es una herencia platónica, pues en el libro VI de la República, Sócrates se refiere de manera muy clara al vínculo entre el sol, la luz y la visión como las fuentes del conocimiento y la virtud. Para conocer el significado del sol en la masonería, véase Frau.

[7]

La importancia de la luz en Martí es tan manifiesta que el memorial que se inauguró en 2003 en Hanábana, en honor al apóstol, es un edificio de arquitectura solar realizado por el arquitecto Domingo Allás Rosell que, a través de tragaluces, ilumina en un calendario, conforme se mueve el sol, distintos momentos de la vida de Martí. Una idea inspirada en la relación que guardan el concepto de dignidad y el sol en la raíz dig- del sánscrito, que significa sol, por lo que en esta lengua un hombre digno sería “alguien que muere de cara al sol”, como murió Martí (Hernández, “José Martí hecho luz”).

 

 

 

 

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