.
.
.
A Rosario1
Aralia López González
Rosario,
estoy aquí en tu nombre,
“No sé si para bien,
aunque claro que sí.
Es en tu nombre.”
También en el mío
que te toma prestado el tuyo
para entenderme y entenderte2.
Dido no fuiste tú,
tampoco yo.
Pero aquí estamos,
llamas que se saben,
porque hay un fuego donde nacer,
y un fuego donde morir.
“Crecimos pronto
pero no controlamos nada”;
sólo tu nombre,
también mi nombre,
suficiente.
“No lo supiste tú,
¿o sí?”
¿el destino…?
“Yo interrogo lo oscuro
en tu persona”,
así dijiste en un verso3,
como tú lo quisiste
mujer nodriza,
Dido, Rosario,
donde me renazco,
donde yo era la que fui
más la que soy.
Soy la que va siguiendo
algo como tu nombre
(o el de muchas otras).
Y ahora tu texto,
más el mío,
No se extrañan.
Entrego mi palabra
junto con la tuya,
mujer incendida4, incendiada,
nacida del naufragio;
de la misma manera que yo,
raíz también,
como tú lo fuiste,
nacencia primera,
primer deseo unido al tuyo que es tu doble5,
antorcha sin Eneas
“mujer de paso”
“con el corazón en el futuro”
no desastre;
“sin esquivar la adversidad”:
trabajando por ti;
“sin ceguera de raíz”:
por mí;
“sin que el dolor sea un final”
trabajando por todas.
Llego a mi casa:
el mundo.