Resignificación del mito de la maternidad en “Se habla de Gabriel” de Rosario Castellanos

The Resignification of the Myth of Motherhood in “Se habla de Gabriel”, by Rosario Castellanos

Sección: Dossier: escritoras de la generación de Medio Siglo
Sobre los autores:
  • Silvia E. Álvarez-Arana 1
  • Mayte De Las Heras Martínez 2
  • 1  Universidad Nacional de Educación a Distancia de España (UNED).
  • 2  Tufts-Skidmore Spain.
Resumen

El concepto de maternidad se ha mantenido apegado a los mitos fundacionales con sus nociones de relación entre lo femenino y la fertilidad, pese a que, en la actualidad la maternidad se ha resignificado. La obra de Rosario Castellanos (1925-1974) brinda una visión vigente que se comenzó a fraguar en la década de los cincuenta y que es perceptible en su obra entera. La maternidad es el pilar básico de la sociedad mexicana (y de muchas otras culturas patriarcales), que perpetúa modelos de gran desigualdad. En este trabajo se analiza brevemente el concepto propio e íntimo de la maternidad de la escritora mexicana en el poema “Se habla de Gabriel” (1972) así como en ensayos que sugieren la deconstrucción del instinto maternal y la construcción de una maternidad libre producto del ejercicio de la voluntad consciente.

  • Palabras clave:
  • Maternidad;
  • feminismo;
  • Rosario Castellanos;
  • “Se habla de Gabriel”.
Abstract

Despite motherhood being redefined at present, the concept of motherhood remains linked to foundational myths and their notions of the ties between the feminine and fertility. The work of Rosario Castellanos (1925-1974) provides a contemporary vision that was developed in the 1950s and permeates all of her work. Motherhood is a basic pillar of Mexican society (and that of many other patriarchal cultures), which perpetuates models of great inequality. In this article, the Mexican writer’s individual and intimate concept of motherhood is briefly analyzed in both the poem “Se habla de Gabriel” (1972), as well as in essays that suggest the deconstruction of the maternal instinct and the construction of a free motherhood, product of the exercise of a conscious free will.

  • Keywords:
  • motherhood;
  • feminism;
  • Rosario Castellanos;
  • “Se habla de Gabriel”.

Analizar el tema de la maternidad es revisar a la humanidad, siempre explicada a partir de teorías y nociones que le restan el carácter subjetivo e individual a la experiencia de ser madre. Rosario Castellanos (México, 1925-Tel Aviv, 1974) construyó una concepción de la maternidad personal, integral y vigente, que queda plasmada en su obra ensayística, narrativa y poética.

En este trabajo se analiza brevemente un concepto propio e íntimo de la maternidad de la escritora mexicana, a través del poema dedicado a su hijo, titulado “Se habla de Gabriel” (1972); de tono claramente disruptivo, sobre todo para su época, esta obra permite observar su constructo desde su trabajo ensayístico en textos como Estrictamente privado: planeación de la familia, escrito en 1968 y Adaptando a Gabriel, escrito en 1971, entre otros. Se verá cómo la maternidad, para Rosario Castellanos se presenta como un asunto individual, vivencial y trascendental como las primeras fases de un ritual iniciático que urge ser resignificado, que plantea la superación de pruebas para alcanzar un estadio de consciencia superior y una nueva realidad.

“Se habla de Gabriel” se publicó en la antología titulada En la tierra de en medio (1972), es decir que nos encontramos ante una obra de madurez: en el tiempo de la escritura de este poema, la autora ya había compuesto la mayoría de sus obras, se había labrado una carrera como intelectual y creadora, faltaban dos años para su muerte y, evidentemente, era madre de su hijo Gabriel.

La obra de la escritora mexicana Rosario Castellanos ha estado identificada por la crítica desde sus inicios con el feminismo: sólo basta recordar la famosa tesis con la que obtuvo su grado de maestra en Filosofía, Sobre cultura femenina (Universidad Nacional Autónoma de México, 1950), en la que estableció un diálogo sarcástico entre los filósofos como Otto Weininger o George Simmel, ya muy bien identificados por sus posturas reduccionistas, a quienes cuestionaba sus postulados sobre la inexistencia de la cultura femenina y la nula actividad intelectual y creativa de las mujeres. A lo largo de su escritura, Castellanos amplió su obra con muchos otros temas como la literatura, la educación, la religión o la política y desde luego el feminismo se mantuvo como eje transversal en su reflexión política.

Castellanos enarboló, como prioridad, una lucha por la toma de conciencia de la situación de las mujeres, ya que como señala Andrea Reyes:

Rosario […] desarrolló su pensamiento feminista a partir de circunstancias que la rodeaban en México, desde su formación en Chiapas como “muchachita decente” y provinciana, pasando por las novedades de la vida capitalina, hasta las observaciones de otras mujeres a su alrededor, en las noticias y en la literatura que leía de todas partes. Identificó las contradicciones comunes que las mexicanas compartían con la gran mayoría del género femenino en el mundo, y también las particularidades de la situación en México, “la doble condición de mujer y de mexicana”. (Reyes 187)

Ciertamente, la escritora dejó ver en su literatura su educación costumbrista y patriarcal propugnada por su familia hacendada, con privilegios económicos y sociales -que ella heredó-, pero a los que de algún modo se impuso, o por lo menos identificó como mecanismo de control ideológico sobre las mujeres y los indígenas, sin olvidarse de otros grupos desfavorecidos como las personas con discapacidad.1

Lo cierto es que vida y obra de la autora son paralelas, y sus ideas políticas se explican a la inversa: las piensa, las escribe y al final las vive. Ella misma reconoce este proceso cuando dice: “Yo, a semejanza de la protagonista de la última de mis novelas -Rito de iniciación- no doy por vivido sino lo redactado” (Castellanos, Los narradores 89). Este proceso es perceptible en sus nociones de feminismo y, por ende, de maternidad. Se observa en su obra un pensamiento firme y constante de la reivindicación de la mujer, que encuentra salida en el acto estético de la creación literaria, como menciona Hortensia Moreno:

El feminismo es una teoría del discurso: el acto de escribir trasciende la mera actividad de la crónica, de recuperación o reflejo inerte, e inclusive de invención, para convertirse en un instrumento de simbolización cultural, auto-comprensión y auto-interpretación de los sujetos sociales, al proveer una instancia de mediación entre la esfera pública y la privada (219).

Así, se observa que el feminismo de Castellanos es más político que vivencial y es este al que debemos de tener en cuenta, para delimitar y atender la expresión política de la autora, pues su vida privada está fuera del alcance de la crítica literaria y, como expresa Zaldívar, nuestro foco de atención no debe ser quién es Castellanos como madre, sino en quién es la madre que se constituye como tal cuando toma la palabra, cuando es hablante.

Vemos en Rosario Castellanos un ciclo interminable: leer-pensar/crear-escribir-vivir-leer. El acto de vivir es consecuencia de la literatura, de manera que no se deben leer los textos autorreferenciales de Castellanos como meras biografías o cuadernos de notas privados, sino en tanto discursos con un claro sesgo político e instrumentos de simbolización cultural, que dan voz a los grupos invisibilizados. Esta simbolización cultural, que en adelante veremos asociada específicamente con el tema de la maternidad, proviene de lo que Hortensia Moreno observa como producto del “cuestionamiento de los principios de donde proviene el orden simbólico requiere de una interrogación del pasado que se proyecta hacia el futuro” (220). De modo que Castellanos cuestiona el origen del orden simbólico en que se ubica la maternidad (sobre todo mexicana), analiza poéticamente su propia experiencia y se distancia para teorizar.

El cuestionamiento primordial es el de la relación ulterior entre la maternidad y lo femenino, pero a la idea de “femenino” que se estableció incluso antes de las doctrinas judeo-cristianas, y que fueron notablemente reafirmadas y difundidas por estos dogmas.2 A este respecto Lorena Saletti menciona: “En nuestra cultura predominan las representaciones del amor materno como hecho instintivo, irracional, que se supone se manifiesta desde la infancia de toda mujer. Veremos cómo este ‘instinto maternal’ es una de las muchas imágenes de la maternidad cultural y socialmente construidas” (Saletti 170). Esta identificación de índole fisiológica tiene sus primeras observaciones en el feminismo de la diferencia, que establece al hombre como uno y a la mujer como lo otro, condenada a su inmanencia existencial, a su condición innata y, por lo tanto, sin posibilidad de cambio en su situación. De esta forma todas las características aplicadas a lo “femenino” como la delicadeza, la pasividad, la cercanía al hogar y a la crianza se extrapolan a la capacidad de maternar, la identifican y circunscriben a un hecho indisoluble del ser mujer. Además, la madre debía proyectar e incluso ampliar todas estas “cualidades” que se reconocen como intrínsecas del género femenino, para transformarse en modelo y símbolo a la vez de las siguientes generaciones, donde la mujer cuidadora y educadora se convierte en transmisora de estos mismos valores, como parte del sistema.

Rosario Castellanos trabajó en sus propias concepciones continuamente y así como su feminismo está en toda su obra, la noción de maternidad está expresada también en sus columnas, ensayos, poemas e incluso integra las dos posturas antagónicas (bloques) identificadas posteriormente por Lorena Saletti: “El primer bloque corresponde a la deconstrucción del instinto maternal, o del concepto de maternidad como eje principal de la identidad femenina. En el segundo […] las posturas feministas que reconstruyen la maternidad, entendiéndola como fuente de placer, conocimiento y poder específicamente femeninos” (Saletti, 170).

El poema “Se habla de Gabriel” (1972) es un ejemplo de la conciliación de ambas posturas en la experiencia única y personal de la maternidad. Desde el título, la autora señala que quiere alejarse de la imagen que la sociedad impone sobre la maternidad con la marca impersonal “se”, aunque hablará desde el “yo”, y lo va a hacer eligiendo como tema lo más personal, importante e íntimo que tiene, su hijo, al que además personaliza y llama por su nombre propio: Gabriel. Se va a proyectar una nueva mirada desvinculada de cualquier mito, para ofrecer la posibilidad de dar libertad tanto a la madre (que habla en primera persona) como al hijo (del que habla en tercera persona; sin embargo, es importante precisar que no es él sino a un lector al que personaliza con el nombre de su hijo) para ser definidos como entes diferentes, individuos unidos, amados pero libres.

El poema tiene un lenguaje sencillo, un verso libre con un tono intimista y personal. En él, Castellanos elimina la figura del padre y cuestiona la imagen de la madre, ya que reflexiona sobre el período comprendido entre embarazo y el alumbramiento, visto como un proceso de cambio abrupto que transita desde la indefensión, a la toma de conciencia y al empoderamiento final de la madre y el hijo.

La ruptura del constructo o mito de naturaleza cosmogónica y fundacional: mujer = madre, se observa en el poema desde el título y continúa en el inicio del verso, con el símil que establece la distancia entre hijo-madre, no visto como un hecho predestinado, ni mucho menos adjudicado por naturaleza: “Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba” (Castellanos, Obras II 189). Al denominar al hijo huésped, le atribuye temporalidad y calidad de ajeno. En este sentido, Ramírez señala también que este comienzo tan fuerte “rompe con el estereotipo de la mujer latinoamericana maternal, ya que el hecho de aseverar que un hijo es un estorbo, es un atentado contra los parámetros de la sociedad patriarcal y se juzga a la madre, dejando de un lado a la mujer” (84).

Continúa el poema en un encabalgamiento para puntualizar la idea imperativa y de obligatoriedad:

  • [.....]
  • ocupando un lugar que era mi lugar
  • existiendo a deshora
  • haciéndome partir en dos cada bocado,
  • [.....]

En este último verso hay un cambio de tono en el yo poético, pues le confiere poder al hijo sobre el vientre, en un acto individual como comer, la madre invadida (ocupando mi lugar) es obligada a partir en dos cada bocado.

Las palabras huésped, estorbaba, deshora y haciéndome, construyen una isotopía de molestia por el alojamiento ineludible del hijo en el vientre. No obstante, Castellanos continúa: “Fea, enferma, aburrida/ lo sentía crecer a mis expensas”. Con estos adjetivos presenta una imagen opuesta a la que usualmente se adjudicó desde siempre a la maternidad (belleza, fertilidad, feminidad, salud y dulzura). Incluso hablará de clandestinidad para referirse al hijo: “robarle su color a mi sangre,/ añadir un peso y un volumen clandestinos/ a mi modo de estar sobre la tierra”. Este verso, que de alguna manera recrea la imagen de invasión, resulta también un verso de transición puesto que a partir de aquí el yo poético se focaliza en el hijo y la madre se retira para presenciar el nacimiento del hijo, como algo casi ajeno a ella; ahora la mujer poeta es la extraña para el hijo:

  • [.....]
  • Su cuerpo me pidió nacer, cederle el paso;
  • darle un sitio en el mundo,
  • la provisión de tiempo necesaria a su historia.
  • [.....]

Hay un reconocimiento de la solicitud del hijo para ser él mismo, individuo no apéndice de la madre. La metáfora del último verso “la provisión de tiempo necesaria a su historia”, habla del alejamiento nuevamente y remarca: “su historia”, su propia vida gracias a la que en ningún momento creará la imagen fusión madre = hijo, tan replicada culturalmente; al contrario, se observa una separación abrupta, pero voluntaria y consciente al decir: “cederle el paso”. Vemos un matiz diferente al tono invasivo que se observaba en la primera parte del poema.

Hasta este punto, el yo poético en el poema ha permitido ver la postura deconstructiva del concepto de la buena madre y el inmanente instinto maternal, resignificándolo en términos de individualidad, respeto y reconocimiento de la bifurcación madre-hijo y haciendo visible la conciliación de las dos posturas de Saletti de las que ya se ha hablado anteriormente.

Esta observación desmitificadora está presente también en sus textos argumentativos y coincide con lo ya citado antes: “El cuestionamiento de los principios de donde proviene el orden simbólico requiere de una interrogación del pasado que se proyecta hacia el futuro” (Moreno 220). Castellanos hace este cuestionamiento desde su columna periodística, que escribió hasta su muerte. Y es que hay que insistir en que Rosario no quiere desmitificar en abstracto, sino resignificar pragmáticamente el ideal de madre para las mujeres mexicanas principalmente. De ahí que describa así la figura de la madre en 1968 en su artículo “Estrictamente privado: planeación de la familia”: “la imagen [de la madre] es tan importante que desplaza aquélla con la que debería de guardar un estricto equilibrio -la del padre- y que absorbe la que se supone que debería de proteger y formar: la del hijo” (Castellanos, Mujer de palabras II 115).

A la vez, en el mismo texto se atreve a calificar al culto a la maternidad mexicana como: “En este morboso mecanismo de afectos en el que participamos, cada quien atiende a su juego y se atiende a unas reglas que quién sabe cuándo y quién sabe por quién […] pero a sabiendas de lo que se hace y asumiendo las consecuencias ¿es mucho pedir un poco de lucidez” (Castellanos, Mujer de palabras II 115-116).

Por morboso mecanismo se refiere a ver a la madre como mártir (abnegada y sacrificada pero cómplice) y a los hijos como adoradores y verdugos, cuestiones que en el poema se refuerzan como opuestas: madre consciente, hijo independiente de la madre. Andrea Reyes, en su análisis de los ensayos políticos de Castellanos, lo explica así: “La autora se niega a pintarla [la madre] como una víctima y le exige a la mujer mexicana que asuma su obligación de forjar un futuro mejor para sus hijos y para toda la humanidad” (Reyes 210).

La maternidad es increpada y desmitificada por la autora chiapaneca, igual que desmitificó en su tiempo el amor romántico (por ejemplo con el título de su libro Poesía no eres tú. Obra poética (1948-1971), alude al verso becqueriano que es sinónimo del amor ideal) o la relación de pareja en esta misma obra con poemas como “Accidente”, “Ajedrez” o “Desamor”.

Todo lo anterior deja fuera de la praxis la concepción hiperbolizada de la madre mexicana, que data del sincretismo novohispano, surgida tanto de las deidades prehispánicas femeninas de la fertilidad, como de la figura de la Virgen de Guadalupe, íconos imbricados simbólicamente con los elementos que se consideraban inherentes a la feminidad/fertilidad. Para Rosario está claro que históricamente se construyó una imagen que define a la madre como des-sexualizada, que es instinto, bondad, amor incondicional, pero que está muy lejos de ser real.

La maternidad redime a la mujer del pecado original de serlo, confiere a su vida (que de otro modo resulta superfluo) un sentido y una justificación. Unge de óleos sagrados el apetito sexual que, en sí mismo, se considera el pecado sin remisión cuando es un ente femenino quien lo padece. (Castellanos, Mujer de palabras II 102)

La maternidad que, como habíamos visto, parecía ser la única justificación a la existencia femenina, se deconstruye a partir de la autoconsciencia y perder su naturaleza divina, al presentarse terrenal, humana y fisiológica, como en la penúltima estrofa del poema “Se habla de Gabriel”. En ella aparece como un acto consciente, volitivo y vindicativo, no divino:

  • Consentí. Y por la herida en que partió, por esa
  • Hemorragia de su desprendimiento
  • se fue también lo último que tuve
  • de soledad, de yo mirando tras de un vidrio.

La madre se desprende de cargas del pasado y se convierte en madre consciente; las ideas a su vez se tornan más puntuales, breves y claras. También desaparece el tono de disgusto anterior para dar paso a una toma de conciencia y aceptación al decir: “consentí”. Consentimiento no exento de dolor, en el que se plantea el nacimiento de manera casi quirúrgica: traspasa el hijo la herida y sale acompañado de la hemorragia materna. Rompe, con su llegada al mundo, con la soledad de la mujer y lo refleja a través del abandono de la imagen de ella mirando tras un vidrio. Su figura deja de estar oculta en el interior del espacio cerrado en el que permanece por ser mujer, para posicionarse dentro de la sociedad como madre, pero también como escritora que ofrece su pensamiento y su poesía.

Rosario Castellanos hace posible esta conciliación de posturas a partir de proyectar una imagen de maternidad que emula las primeras fases de un ritual iniciático que urge ser resignificado, que plantea la superación de pruebas para alcanzar un estadio de consciencia superior y una nueva realidad, terrenal, no divina. En la estrofa final del poema, referida al momento luego del alumbramiento, Rosario Castellanos converge con la otra postura teórica, mencionada por Saletti (2008) que se refiere a la reconstrucción de la maternidad como fuente de placer, conocimiento y poderes específicamente femeninos: “Quedé abierta, ofrecida/ a las visitaciones, al viento, a la presencia”. De esta forma se plantea una maduración, un cambio de estado y se finaliza el rito iniciático con el cambio más trascendente: se pasa de la pasividad-contemplación-soledad, a la posibilidad-visitaciones-viento-presencia (miedo, divinidad y realidad).

Las ideas de Rosario Castellanos sobre la maternidad, si bien están diseminadas por toda su obra, deben leerse de manera integral, con la misma perspectiva retadora y deconstructiva que ella plantea, sin olvidar su sesgo político. Esto es imprescindible al acercarse a “Se habla de Gabriel” pues se trata de un poema que puede generar conclusiones parciales y adelantadas, dada su contundencia inicial, por ello en este análisis se insiste en la postura conciliadora en la que se acepta la maternidad como un hecho físico que atañe a la mujer y por otro lado observar su naturaleza iniciática como fuente de placer, crecimiento y autoconsciencia.4 De ahí que siga siendo oportuno analizar hoy la obra de Castellanos, tal como platea Elizabeth Badinter “Al recorrer la historia de las actitudes maternales, nace la convicción de que el instinto maternal es un mito. No hemos encontrado ninguna conducta universal y necesaria de la madre. Por el contrario, hemos encontrado un carácter sumamente variable de sus sentimientos, de acuerdo con su cultura, sus ambiciones, sus frustraciones” (309). Rosi Braidotti, por su parte señala que el feminismo no es solo “la oposición crítica contra el falso universalismo del sujeto, sino también la afirmación positiva del deseo de las mujeres de manifestar y dar validez a formas diferentes de subjetividad” (185) y, por supuesto, dentro de estas diferentes maneras de presentarse la subjetividad, está la maternidad, que para Castellanos, implicaba el ejercicio de la libertad, como lo menciona en su ensayo “Estrictamente privado: planeación de la familia”: “la planeación de la familia era un asunto estrictamente privado, es decir, […] que la maternidad es un acto libre […] si la madre da es porque posee sobreabundancia de dones, no porque haya sido coaccionada ni constreñida desde fuera” ( Mujer de palabras II 116-117). La maternidad vista así, es un asunto privado y estrictamente de la competencia de las mujeres: “Si la tarea de ser madre consume tantas energías, tanto tiempo y tanta capacidad, si es tan absorbente que no se encuentra raro que sea exclusiva, lo menos que podían hacer quienes deliberan en torno al asunto del control de la natalidad, es saber qué opinan de él las madres” (Castellanos, Mujer de palabras I 431).

Rosario Castellanos plantea varias cuestiones en sus reflexiones sobre la maternidad: urge a la desmitificación de un papel impuesto y asumido, urge a la expresión real de los hechos y los sentimientos asociados con la maternidad, sin la pátina mitológica o costumbrista. Proyecta así las bases reales para una maternidad consciente que traerá como consecuencia un hijo y una madre individuales, libres y en crecimiento. Plantea la necesidad del autoconocimiento, la búsqueda de lucidez para poder ejercer una maternidad libre, alejada de concepciones inmanentistas, propias del feminismo de la diferencia. De esta forma será dable llegar al punto en que ser madre es goce y no abnegación, consciencia y no instinto, ejercicio de la voluntad y no obligación, como manifiesta en su poema Autorretrato:

  • Soy madre de Gabriel: ya usted sabe, ese niño
  • que un día se erigirá en juez inapelable
  • y que acaso, además, ejerza de verdugo.
  • Mientras tanto lo amo. (Castellanos, Obras II 188)

Gabriel aparece de nuevo en este otro poema como hijo liberado, que crecerá y decidirá desde qué perspectiva va a observar la trasgresión de su progenitora a la figura de maternidad patriarcal heredada: se convertirá en juez y la condenará, si es que se pliega como parece inevitable, al juicio social que sigue la normativa impuesta. Sin embargo, ella, mujer libre y madre consecuente e individual, lo ama. Estas estrofas reafirman la visión de Castellanos en la que el conocimiento y autoconsciencia en la maternidad, son fuentes de placer, en palabras de Lorena Saletti (178).

En suma, Castellanos en “Se habla de Gabriel” labró su concepto de maternidad con la amalgama de amor individual y reflexivo al que le corresponde una poética íntima en la que no hay lugar a la pluralidad. Concepto que reconcilia y une las posturas maternidad-instinto/maternidad-fuente de placer. El proceso de gestación es vivido sólo por la madre, al hacerlo consciente se convierte en voz emisora de toda la dureza y belleza de la maternidad, el alumbramiento deja siempre al hijo en libertad y a la madre le permite ascender a un nuevo estado de entendimiento de sí misma.

Obras citadas

Badinter, Elizabeth. ¿Existe el amor maternal? Historia del amor maternal, Siglos XVII AL XX. Paidós / POMAIRE, 1980.

Braidotti, Rosi. “La diferencia sexual como proyecto político nómade”. Sujetos nómades. Corporeización y diferencia sexual en la teoría feminista, compilado por Ana Amado y Nora Domínguez, Paidós, 2000.

Castellanos, Rosario. Los narradores ante el público. INBA / Joaquín Mortiz, 1966.

Castellanos, Rosario. “Se habla de Gabriel. En la tierra de en medio”. Obras II. Poesía, teatro y ensayo. Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 188.

Castellanos, Rosario. “Y las madres ¿qué opinan? Control de la natalidad”. Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos, vol. I, mayo 1965. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2003, pp. 429-432.

Castellanos, Rosario. “Estrictamente privado: planeación de la familia”. Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos, vol. II. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2006, pp. 115-118.

Castellanos, Rosario. “Sociedades enfermas: los dos niveles: la palabra y el hecho”. Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos, vol. II. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2006, pp. 102-105.

Castellanos, Rosario. “Adaptando a Gabriel: Educar a un niño en tierra ajena”. Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos, vol. III. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2006, pp. 82-84.

Moreno Esparza, Hortensia. “Feminismo y literatura”. Memoria I Congreso Internacional Universitario: Géneros, Feminismos y Diversidades. Instituto de Estudios de la Mujer. Universidad Nacional de Costa Rica, 2013.

Ramírez Olivares, Alicia. “La maternidad en Gabriela Mistral y Rosario Castellanos”. Graffylia, núm. 3, enero-junio, 2004, pp. 82-87. https://filosofia.buap.mx/sites/default/files/Graffylia/3/82.pdf .

Reyes H., Andrea. Recuerdo, recordemos. Ética y política en Rosario Castellanos. Universidad Autónoma de Chiapas, 2013.

Saletti Cuesta, Lorena. “Propuestas teóricas feministas en relación al concepto de maternidad”. Clepsydra, núm. 7, 2008, pp. 169-183.

Zaldívar Ovalle, María Inés. “Escritura y maternidad en un poemario de Rosario Castellanos”. Literatura y lingüística, núm. 31, 2015, pp. 13-30. https://dx.doi.org/10.4067/S0716-58112015000100002

Notas al pie:
1

Pueden consultarse sus novelas del ciclo Chiapas Balún Canán, Oficio de Tinieblas o sus antologías de cuentos Los convidados de agosto y Ciudad Real.

2

La maternidad asociada a lo femenino se integra en el orden de los discursos impuestos y legitimados por el sistema. El hecho de que las mujeres sean las que paren es invariable, pero esta posibilidad biológica de las mujeres se convierte en un mandato social, a través de la afirmación del instinto materno universal en las mujeres. Dicha afirmación garantizará en primer lugar que se asuma —y que ella misma asuma— que tiene la obligación de ser madre, y en segundo lugar, que gracias a ese instinto, la maternidad biológica se transforme en maternidad sociológica, en hecho social, logrando que las diferencias biológicas entre los sexos se hayan convertido en la base del sometimiento femenino.

4

Si se lee de forma aislada el poema se pueden concluir cuestiones como: “Para la autora la maternidad es un estado que empaña el papel de la mujer como tal, reduciendo su presencia a una simple función biológica que lejos de ser toda una realización para la mujer, como la sociedad patriarcal ha difundido como estereotipo femenino en Latinoamérica, la incomoda y la transforma, robando espacio y empañando la presencia de lo femenino” (Ramírez 86)

3

Consentir es sinónimo de acordar, permitir, aceptar. Es, por lo tanto, un acto de voluntad.

ANEXO
  • SE HABLA DE GABRIEL
  • Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba
  • ocupando un lugar que era mi lugar,
  • existiendo a deshora,
  • haciéndome partir en dos cada bocado.
  • Fea, enferma, aburrida
  • lo sentía crecer a mis expensas,
  • robarle su color a mi sangre, añadir
  • un peso y un volumen clandestinos
  • a mi modo de estar sobre la tierra.
  • Su cuerpo me pidió nacer, cederle el paso;
  • darle un sitio en el mundo,
  • la provisión de tiempo necesaria a su historia.
  • Consentí. Y por la herida en que partió, por esa
  • hemorragia de su desprendimiento
  • se fue también lo último que tuve
  • de soledad, de yo mirando tras de un vidrio.
  • Quedé abierta, ofrecida
  • a las visitaciones, al viento, a la presencia.
Historial:
  • » Recibido: 15/06/2021
  • » Aceptado: 23/09/2021
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