El secesionismo catalán: la idea de Cataluña en España en los Episodios nacionales de Pérez Galdós

Catalan Secessionism: the Idea of Catalonia in Spain in Pérez Galdós’s Episodios nacionales

Sección: Artículos de investigación
Sobre los autores:
  • 1  Universidad Abou Bekr Belkaïd, Tlemcen
Resumen

Este artículo indaga la reflexión de Cataluña en Episodios nacionales escritos por Benito Pérez Galdós. Se trata de un estudio de las dos obras de Pérez Galdós: “Gerona” (1874) y “Un voluntario realista” (1878). Nuestro objetivo es llegar a entender hasta qué punto Pérez Galdós vela por las libertades de los grupos nacionalistas, incluyendo el más predominante, el catalán. Se trata de averiguar qué posición tenía Cataluña en los Episodios nacionales, es decir, cómo vería Pérez Galdós la dialéctica España-Cataluña. Se concluye que Cataluña y España en la era de los Episodios eran inseparables y ambas buscaban el interés común luchando codo con codo en contra del enemigo francés.

  • Palabras clave:
  • Nacionalismo;
  • independentismo catalán;
  • “Un voluntario Realista”;
  • “Gerona”.
Abstract

This article explores the reflection of Catalonia in the Episodios nacionales written by Benito Pérez Galdós. It is a study of two works of Pérez Galdós: “Gerona” (1874) and “Un voluntario realista” (1878). The goal is to come to understand the extent to which Pérez Galdós lobbied for the freedoms of nationalist groups, including the most predominant, Catalan nationlism. In other words, to understand what position Catalonia held in the Episodios nacionales? The conclusion proposes that in the era of the Episodios Catalonia and Spain were inseparable and both sought a common interest in fighting side by side against the French enemy.

  • Keywords:
  • Nationalism;
  • Catalan Secessionism;
  • “Un voluntario realista”;
  • “Gerona”.

La independencia de un territorio de un Estado determinado es un hueco vacío en que cada uno oculta sus deseos de libertad soñando con que un día se hagan realidad. Los dirigentes catalanes resaltan el hecho diferencial de Cataluña y proclaman su independencia del Estado español. Por lo tanto, se nota una dicotomía de opiniones, según los partidos que se alternen en el poder; es decir, solo algunos ven que la independencia les va a garantizar la creación de un Estado donde habrá igualdad entre hombres y mujeres y un desarrollo de la democracia participativa y la libertad de expresión para tener la soberanía real (Morel 77-78).

En el caso de Cataluña, una región española cuya mitad de la población quiere separarse del Estado español, primero, por motivos históricos (España no reconoce su plurinacionalidad, así, rechaza la idea de que Cataluña es una nación); segundo, por motivos económicos (bajo el lema “España nos roba”, los nacionalistas catalanes muy aferrados a la secesión enfatizan que Cataluña da más de lo que recibe del Estado central); tercero, por motivos políticos (Cataluña quiere tener más autogobierno y un pacto fiscal igual al que tienen el País Vasco y Navarra). Los términos económicos no favorecen el hecho, pues se calculó, en secreto, que la Generalitat iba a necesitar unos 40.000 millones de euros en el caso de una súbita secesión para la gestión de su administración y el pago de nóminas. Se trata de una cifra que se considera inalcanzable para una Cataluña que sigue dependiendo de los créditos del Gobierno central. Es más, en caso de que el resto de España boicoteara posiblemente los productos catalanes supondría una caída del 2 por ciento del PIB. Sin embargo, el independentismo insiste en comparar el proceso con la Transición española (a partir del 1978), su recorrido a la democracia después de los años del Franquismo. También, sin olvidar de la fuga de fiscales, jueces e inspectores de hacienda relativa a la repercusión de la crisis catalana (García Pinacho 77).

A la luz de esto, la metodología que hemos adoptado en este estudio consiste en destacar el resumen de los episodios “Gerona” y “Un voluntario realista”, para ver qué similitudes tienen los dos e indagar qué visión política e ideológica tenía Pérez Galdós con respecto a Cataluña. Nuestra hipótesis consiste en que Pérez Galdós se empeñaba en modelar el sistema español vigente, adoptando los principios del liberalismo con visión republicana. O sea, el novelista, inspirado en el proyecto liberal que no triunfó en 1868, va recomponiendo su propio proyecto de modernización dentro del marco republicano y regeneracionista, basado en los principios básicos de la ideología burguesa de democracia, libertad, justicia, etcétera. Su posicionamiento empuja a Pérez Galdós a dar mayor protagonismo a otras clases, antes con menos presencia, como la clase trabajadora.

Benito Pérez Galdós (1843-1920), como leyenda de la literatura universal y contemporánea, ha podido representar en sus escritos los problemas que padece la España de hoy, en particular, su relación con sus autonomías, sobre todo, su conflicto con Cataluña. Pérez Galdós nació en las Palmas de Gran Canaria, fue representante de la novela realista en el siglo XIX, y de sus Episodios nacionales, dice Menéndez Pelayo, “eran un culto a la patria sin hacer daño a nadie” (Eponline 8). Entonces, su principal objetivo era escribir un tipo de crónica pedagógica-patriota del pasado inmediato y de la historia, sin embargo, acaba relatando su propio tiempo. Igualmente, haber realizado sus estudios de derecho en Madrid le permitió frecuentar a intelectuales y artistas de la época. Posteriormente, fue elegido diputado a Cortes por Guayama en 1886, y en 1907 encabezó la lista a la candidatura de la Conjunción Republicano-Socialista por Madrid.

En sus novelas refleja el proceso histórico de la España de aquella época, da su propia opinión y sugiere cambios y soluciones al respecto. Más tarde, padeció enfermedades: arteriosclerosis y ceguera, lo que le llevó a abandonar sus escritos y la política en 1912. Falleció en 1920 (Ward 634). En sus escritos, Pérez Galdós representa la realidad coetánea; diseña un universo de ficción en donde abunda una constante voluntad socio-histórica, sumergiéndose en personajes complejos y significativos, y busca la tensión textual en el espacio novelesco para atrapar a los lectores (Pérez Galdós 9).

Pérez Galdós era moderado, conciliador, opositor de las luchas. Estudia en el Colegio de San Agustín y colabora en el periódico local El Ómnibus, de las Palmas. Más tarde trabajó en periódicos de Madrid; ahí consolidó más sus anhelos periodísticos, que le sirvieron para redactar sus Episodios (García Pinacho 27). Afirma José F. Montesinos: “El periodismo impone atroces servidumbres y siempre ha sido devastador de talentos literarios. Afortunadamente para Pérez Galdós, su vocación era tan enérgica que no dejó de encontrar compensaciones valiosas de aquella rutina” (Montesinos 21).

Si bien Pérez Galdós estaba consciente del rol que pudiera desempeñar la prensa al simbolizar la actualidad, como narrador de sucesos y cronista -además de crítico artístico de arte y música-, contaba con la labor de la prensa para echar un vistazo a la vida política y económica de la nación como necesidades sociales primarias (Cordero 36). Este gran novelista del siglo XIX, visionario y documentalista, supo el valor de la prensa y usarla para dar vida a sus ficciones (García Pinacho 11). Es decir, la prensa le ha servido de fuente, pues su dedicación periodística está marcada en sus escritos contemporáneos (14). Mientras realizaba sus estudios de derecho en Madrid se dedicó a la labor periodística a partir de 1865; frecuentó la tertulia del Café Universal y los contertulianos le ayudaron a adaptarse a la bulliciosa ciudad, así como también ejercieron una influencia sobre él, de modo que, les incluyó como protagonistas en sus novelas. Por tanto, Pérez Galdós llegó a la novela a través del periodismo, por lo que sus volúmenes se inspiraron en crónicas de la actualidad de su época.

Ahora bien, con las políticas de represión que se instauraron con el retorno al absolutismo de Fernando VII fue como si la prensa desapareciera. Pues, en la etapa posterior de la Revolución de 1868, la prensa se había convertido en el cuarto poder, determinando el devenir histórico del país. La mayoría de los hechos anunciados en los Episodios se inspiraron de la Gaceta de Madrid, considerada entonces como fuente galdosiana junto con el diario de Avisos, Gaceta de Zaragoza y El Imparcial (García Pinacho 160).

La prensa le sirvió al autor canario para tener en cuenta la actualidad social, política y cultural de su tiempo, canalizando su participación en ella. Aquella ha destacado en sus escritos literarios como componente imprescindible para observar y analizar su presente; la ha adoptado como una técnica narrativa para dar vida a su actualidad, lo que otorga más credibilidad a sus personajes novelescos y verosimilitud a los sucesos externos intrahistóricos (García Pinacho 294).

En el siglo XIX, se ha destacado la defensa de la libertad de expresión. Consta hablar de la reacción intelectual en este sentido: Pérez Galdós -en su escrito capital “Habla Galdós” ( El Liberal 1909)- condena la guerra en Marruecos y defiende la libertad de prensa, haciendo referencia a la censura sufrida por quienes buscaban contar su versión de la verdad.

Entretanto, el capitalismo requiere capital y fuerza de trabajo, y para lograrlo necesita liberar al esclavo, dejarle circular libremente por el mercado (Rodríguez 38-41). Surge en la ideología burguesa otra significación del término ‘libertad’; es una libertad prácticamente limitada y controlada, condicionada por los intereses de clase, que obedece a las reglas impuestas por el ascenso de la burguesía, el desarrollo de la industria y la economía, por el triunfo del capitalismo.

La estrategia política para la implantación de la burguesía consiste en acercarse a los métodos del antiguo poder hegemónico, en lugar de romper con ellos. Es el caso del Partido Liberal, que se adapta a los valores conservadores y no a los del progresismo (Cordero 54). Es más, la burguesía para respaldar su hegemonía y ocultar el fracaso de sus intentos revolucionarios acudió a la aristocracia, por ser el orden político y económico hegemónico en España, lo que benefició a esta última para seguir imponiendo su hegemonía (Cordero 65).

Cabe señalar que la pérdida de las últimas colonias españolas a finales del siglo XIX ayudó a que se implantara la idea de la conciencia nacional. Se había ido reflexionando sobre nuevos imaginarios vinculados con la identidad nacional, interpretada en los conceptos de raza, alma y espíritu del pueblo nacional (Ortiz 20-21). Es allí donde empiezan a cobrar notable importancia los binomios campo-ciudad y centro-periferia, gracias al desarrollo en diferentes regiones de España. Algo imposibilita el hecho de disponer de un discurso identitario unitario y válido para todo el conjunto de España. Como ejemplo está el choque de frentes, el discurso de Costa o el de Unamuno contra los modernismos periféricos de Cataluña en las intenciones de regeneración nacional (Serrano y Salan 98-99).

Por ello, construir un nuevo imaginario nacional fue la respuesta a la ideología de los conservadores, que para apropiarse del concepto de nacionalismo, asociaron el patriotismo con la defensa de los valores tradicionales. De ahí el nacionalismo se convierte en un concepto contrarrevolucionario. Aquel choque de fuerzas se produjo entre el patriotismo fomentado por los conservadores y los propios nacionalismos. En este sentido, el concepto de la nación iba a convertirse en una cuestión ideológica indispensable a la hora de llegar al poder tanto para los progresistas como para los conservadores. Así pues, la conciencia nacional actúa como alternativa; es un arma para obtener el apoyo de las masas y vencer a la ideología opuesta. A diferencia de los procesos europeos de modernización, el apoyo a la burguesía contribuyó a la creación del Estado liberal que derrotó al poder anterior. En cambio, en España había una burguesía que había asimilado los valores aristocráticos, lo que explica la fuerte presencia del conservadurismo a lo largo de los siglos en los ámbitos de control y poder. Por consiguiente, todo intento de revolución o llamamiento al cambio del orden sociopolítico vigente fue sofocado y deshabilitado (Cordero 164).

En su biografía, Francisco Cánovas describe a Pérez Galdós como republicano, laico y liberal, muy amigo de los izquierdistas revolucionarios, pese a que no aprobaba las tentaciones reivindicativas y los conservadores ultramontanos; supuestamente, era anticlerical. Además, recalca que su misión en el mundo consiste en observar acontecimientos y describirlos para sacar de ellos conclusiones que sirvan a sus lectores. Asimismo, insertó los valores de tolerancia, pedagogía, literatura y observación con el fin de regenerar una sociedad de españoles que estaba inmersa en la corrupción bajo la merced de los viejos poderes.

Pérez Galdós tiene un centenar de novelas y unas veinte obras de teatro, incluyendo las novelas realistas de los Episodios nacionales. Como dramaturgo español y novelista realista pudo transformarse en un mejor transmisor de la realidad española y recrear la nación española como novela gracias a la atención con que escuchaba y observaba (González Férriz 8).

Por eso, la trayectoria novelística galdosiana ha pasado por tres etapas: a) las novelas de tesis: fueron publicadas en la década de los años setenta del siglo XIX, se destacan por los personajes tradicionales, conservadores y progresistas. Se consta su afán por la España liberal, entre ellas: Doña perfecta (1876), Gloria (1877), Marianela (1878) y La familia de León Roch (1884); 2) las novelas contemporáneas, publicadas a partir de 1880, reflejan la vida madrileña, en especial la clase media. Estudian los sentimientos de los personajes y su evolución psicológica: la Desheredada (1881), Fortunata y Jacinta (1887); y 3) las novelas espirituales, es el empeño de buscar otra alternativa que la estética realista. Así, introdujo elementos fantásticos y simbólicos, novelas dialogadas. Se basan, sobre todo, en el mundo interior de los personajes, su complejidad psicológica, sus valores, etcétera: Nazarín (1895), Misericordia (1897), (Pérez Galdós 10-13).

Además de hombre de letras, Pérez Galdós dedicó mucho tiempo a la política, denunciando las manipulaciones de los partidos que se alternaban en el poder, considerándolos dos manadas que no aspiraban más que a monopolizar el presupuesto. En su discurso pronunciado en 1912, culpó a los partidos de no generar cambio en la vida española por faltarles ideales y objetivos fijos. Era tan pesimista que pensaba que tendrían que pasar cien años para que la situación política se arreglara, obviamente, con la llegada de personas más conocedoras y con interés en el bien común.

En cuanto a Cataluña, Pérez Galdós no sentía más que simpatía y afección espontánea por la región más progresista a nivel económico y social: apoya la continuidad del progreso, como se ve en sus escritos (Toribio Cuenca 3). Visitó Barcelona en seis ocasiones, fascinado por la ciudad condal. Por gozar de una clase media ambiciosa, esta marcaba los signos de liberalismo y estabilidad, a diferencia de la España provinciana (Mármol 1).

El realismo se define como movimiento cultural de una sociedad burguesa contraria a las fantasías idealistas del romanticismo. Surgió primero en Francia, durante la primera mitad del siglo XIX, con Balzac. En España aparece en 1870 y culminó en 1880, en pleno poder de la burguesía. De hecho, en la novela realista el tema principal es la realidad, en donde se analizan los problemas de la existencia humana, con un estilo sencillo, con un narrador omnisciente y objetivo. Por eso, los personajes de Pérez Galdós representan los problemas sociales e históricos que le preocupan (Stenzel y Wolfzettel 6).

Los Episodios nacionales están compuestos por 46 novelas escritas entre 1873 y 1912, agrupadas en cinco series de diez episodios, excepto la última serie que consta de seis. Cada serie trata de una determinada época histórica desde la batalla de Trafalgar (1805) hasta la Restauración borbónica (1880), presentando la vida diaria y el sentir de la gente. Además, dice Pérez Galdós, nada es indigno de la narración, por eso, observamos debates parlamentarios, revueltas, motines, pronunciamientos militares, tertulias literarias, asistimos también a costumbres de vida diaria: entierros, bautizos, etcétera (Troncoso 55).

Las dos primeras series se desarrollan entre los años 1873 hasta 1879, con una veintena de volúmenes en donde se expone la historia de España desde Trafalgar hasta la primera Guerra Civil, además de la guerra de la Independencia y las luchas políticas internas. Es la epopeya novelesca del siglo XIX, cuyos personajes representan a todas las capas sociales de España (Conde 3).

Los episodios de la primera serie están escritos en primera persona por un testigo de segunda instancia, por ejemplo, en Gerona, séptimo episodio de la primera serie, el narrador trasmite lo que le ha contado otro testigo. La segunda serie de los Episodios nacionales está compuesta de diez novelas, escrita entre los años 1875 y 1879, atajando el recorrido histórico de los años 1813-1834. Es decir, toda la trama del relato lo ocupa Fernando VII; abarca desde su exilio en mayo de 1814 hasta su fallecimiento en septiembre de 1833. Estas series están condicionadas con un antes y un después de los acontecimientos, relatan temas pasados antes de esta época como la batalla de Vitoria (1813) y la marcha de Bonaparte. Pero el tema principal engloba la división de España en dos bandos: los defensores de la monarquía constitucional y los del antiguo régimen absolutista. Además de temas como la indignación a los afrancesados quienes habían colaborado con el invasor (Troncoso 25).

La segunda serie parte a finales de la guerra contra los franceses (1814) y los últimos años del reinado de Fernando VII (1814-1833). En este periodo, se desarrollan acontecimientos como la recuperación del trono a Fernando VII, el procedimiento contra la Constitución de 1812, la restauración del 1820, el surgimiento del Trienio Liberal y su aniquilación por parte de los Cien Mil Hijos de San Luis, abarcando un nuevo periodo absolutista que se extenderá hasta la muerte del mismo rey. Se trata de reflejar los problemas internos de la patria; sus conflictos y divergencias; la lucha continua entre liberales y absolutistas (1834), además de representar el progresismo con un hombre aventurero, débil de carácter (Pérez Galdós 4).

En el segundo episodio, nos ofrece una escena de la sociedad madrileña dividida entre los partidarios de Carlos IV y defensores del príncipe Fernando. Toca también la vida de los nobles en sus obras teatrales de la época, pero sin comprometerse mucho en ello ni dar su propia perspectiva al respecto. Por entonces, Pérez Galdós contaba con la presencia de un público obrero que evidencia estar interesado en una lucha para mejorar las condiciones de vida. En pleno 1898 aumenta la tensión social, un auge sustentado en el desarrollo capitalista que por fortuna termina con la promulgación de leyes como las leyes de accidentes laborales de protección del trabajo de niños y mujeres (Tuñón de Lara 411).

Asimismo, en este segundo episodio Pérez Galdós no oculta su indignación por los liberales, que no llegaron a compararse con sus antecesores los absolutistas, pero intenta dar una visión objetiva en cuanto el reino de Fernando (Troncoso 128-130). Desde luego, en los Episodios nacionales pretende educar políticamente a sus lectores conforme con su visión histórica. Si bien a lo largo de la segunda serie aborda las luchas internas por el poder entre liberales y absolutistas, también la devolución de la corona de Napoleón a Fernando VII. Sus series comprenden: el sexenio absolutista (1814-1820): derogación de la Constitución de 1812, persecución de los liberales y afrancesados; el trienio constitucional (1820-1823): jurar la Constitución por el Rey; la segunda década absolutista (1824-1834): los absolutistas empiezan a apoyar a Carlos, hermano de Fernando (Troncoso 28).

Entretanto, la división en las filas del absolutismo se veía plasmada en Un voluntario realista, en donde se destacan las ciudades del interior de Cataluña (Manresa, Salsona) como protagonistas de muchos capítulos. Habla además de la revuelta rural catalana en contra de Fernando VII, los malcontents, en nombre del absolutismo radical o los agraviados, entre marzo y septiembre de 1827. Se sublevaron para expresar su malestar social en el campesinado catalán también por la caída de los precios agrícolas (Troncoso 29-30).

A su vez, Pérez Galdós parece decepcionado por la dominación sociopolítica de la burguesía, sin embargo, mantiene una postura optimista, teniendo esperanzas en la burguesía liberal ante la decadencia del Antiguo Régimen. Por tanto, Un voluntario realista tiene lugar en Salsona, donde ocurrió la sublevación absolutista de 1827; precede a la guerra carlista, donde se muestra la violencia de los sublevados, el fanatismo religioso y represión de la sublevación.

En esta serie predominan la ficción verosímil, la pluralidad de los narradores y el protagonismo compartido. De hecho, Pérez Galdós intentó transmitir en boca de sus personajes sus reflexiones sociopolíticas; por ejemplo, en este episodio dice, refiriéndose a la sublevación de 1827: “el más repugnante de la historia” (Pérez Galdós 33). Así, esta segunda serie estaba condicionada por la propia visión del artista, como si fuera un cuadro que refleja las dos Españas irreconocibles. En Gerona (1874) se destacan temas rurales alusivos a la montaña, a la costa; temas ideológicos, políticos (Cataluña como región); temas históricos (la guerra de la Independencia); temas basados en las relaciones humanas de respeto, amistad, tolerancia, etcétera. Es más, el episodio expone una serie de insurrecciones absolutistas y republicanas que el poder central pudo sofocar, pero no lo hizo. A diferencia de los hombres mandados por Napoleón en 1809, “los nuestros eran algo desanimados y dispersos”, en general les faltaban recursos y el dinero para enfrentarlo todo (Pérez Galdós 76).

Andresillo Marijuan es el protagonista narrador, y entre los personajes secundarios se destacan su amada Siseta y sus tres hermanos: Badoret, Manalet y Gasparo. En este episodio luce la figura de don Mariano Álvarez de Castro, general español y gobernador militar, personaje real a quien recurre Pérez Galdós para mostrar el gran honor y cariño que le tienen los demás personajes. Figuran también Pablo Nomdedeu, médico, y su hija Josefina, enferma y sorda. A lo largo de los Episodios, llaman cerdos y canallas a los franceses, quienes están considerados como un enemigo fiero. Tildan a Napoleón de roedor, el malo de la historia, además de ser traidor, representa al mismo demonio.

En Un voluntario realista la ciudad de Salsona se distingue por cultivar las delicadas frutas catalanas y en cebar animales domésticos. En septiembre de 1810, los franceses entraron en la ciudad para quemar su catedral y sus conventos. La historia comienza al fallecer José Armengol, sacristán de San Salomo, hombre sencillo y piadoso. Eligió a su nieto Pepet (Tilín), para sucederle en la sacristía; este es prudente, heroico y astuto a veces, además de ser puntual, ambicioso y rebelde. Tiene otras inclinaciones fuera de la sacristía: fantasea con ser soldado y guerrero, sin contar el gran amor no correspondido a sor Teodora. Es decir, Tilín es un voluntario realista militar en la Cataluña agitada durante la España fernandina; es calificado de dragón, bárbaro y guerrero; tal vez represente a la Cataluña abandonada, en su caso dice que quiere vengarse de todo el mundo, de que el hombre bueno podría convertirse en malo.

Se destacan otros personajes como la señora abadesa, Teodora de Aransis, Josefina Comerford, la madre Monserrat; el coronel, señor Pedro Guimaraens; Pixola, el carnicero, a la cabecilla del conjunto de los voluntarios (piensa tomar a Manresa para fundar el gobierno central con anhelo apostólico); Don José Bussons, llamado Jep dels Estanys, un anciano guerrillero, de carácter agrio y violento, el hombre más blasfemo de Cataluña, era experto en organización bélica. Un voluntario realista abarca la cronología del año 1814, coincidiendo con la huida de José Bonaparte y la muerte de Fernando VII en 1833, al comenzar los alzamientos carlistas en Vascona, Navarra y Cataluña (Pérez Galdós 102).

Al llegar a Barcelona en septiembre de 1868, Pérez Galdós quedó atrapado por la belleza de la ciudad, así, presenció la celebración de la caída de Isabel II por los catalanes.

Sr. Director de EL LIBERAL. Me pregunta usted si es antiguo mi conocimiento de Barcelona, y cuántas veces he visitado a esta ciudad. […]. Barcelona fue para mí un grato descubrimiento y un motivo de admiración, aun viniendo de París y Marsella. Me sorprendían y cautivaban la alegría de este pueblo, la confianza en sí mismo, y el ardor de las ideas liberales que entonces flameaban en todas las cabezas, aquel ingenuo sentimiento revolucionario, ensueños de vida progresiva y culta, tras de la cual corrían con igual afán los que conocían el camino y los que ignoraban por dónde debíamos ir para llegar salvos. (Pérez Galdós, en Denle 388)

A finales de mayo de 1888, Benito Pérez Galdós regresó a Madrid tras una estancia de ocho días en Barcelona, para contar su recorrido por la espléndida ciudad. En su viaje, durante septiembre de 1968, comentaba que Barcelona abrazaba el liberalismo con simpatía, mientras se configuraba como una ciudad progresista. De hecho, el crítico Joan Sarda, definía la personalidad artística galdosiana como la de un “literato de raza, observador perspicaz del mundo que le rodea”. El prestigio barcelonés de Pérez Galdós era tal, que Josep Pin i Soler, novelista catalán y epistolar amigo del maestro canario, utilizaba su figura en su comedia Sogra i nora (1890), en la que un personaje de la alta sociedad catalana le regala a su madre una novela (Vásquez 21).

A finales del siglo XIX, España perdió sus últimas colonias, lo que hizo que el nacionalismo cobrara fuerza, y de ahí la alta burguesía conservadora y católica de regiones como Canarias, País Vasco y Cataluña abrazara el nacionalismo para poner a salvo sus riquezas. España había adoptado un tipo de fe nacional para sofocar los vientos separatistas; esto representa para Pérez Galdós la unidad nacional de destino. A su vez, este propone acabar con las diferencias entre ricos y pobres, tal como enmendar a los ricos a que dejen sus joyas a Hacienda y que la Iglesia cede el compendio de plata y oro de los templos (s/f 4).

Por eso, el concepto de la nación en Episodios nacionales tenía una connotación progresista y avanzada y contrapone la idea del rey con poder absoluto, pues, engloba las libertades y derechos de los ciudadanos. Sin embargo, fue rechazada por los nacionalistas catalanes, vascos y los fueristas navarros, con el lema “Muera la nación, ¡vivan las cadenas!”, a favor del absolutismo y a la soberanía nacional (Pérez Galdós 5).

La fecha del 11 de septiembre de 1714 significa para los nacionalistas catalanes la pérdida de las libertades y la autonomía que gozaban la Corona de Aragón; por eso, la derrota de los Borbones frente a los Habsburgo fue el inicio de un reinado centralizador, absoluto y dañino para los intereses de Cataluña. Es el relato nacional (independentista) divulgado desde un ángulo unívoco, que -supuestamente- deja a entender que las dos partes protagonizan un enfrentamiento de diferente índole, pese a tener relaciones estrechas y positivas, con toda la participación de los nacionalistas catalanes en aportar su grano de arena en la modernización de España (Morel 82).

En boca de Mosén Crispí, capellán de San Salomó ( Episodios nacionales, II serie ), las demás regiones seguirían a Cataluña en su camino para acabar con el liberalismo. Es más, el advenimiento del rey Fernando VII en Cataluña lo había arruinado todo: los valientes se convirtieron en cobardes; el Rey iba a perdonar a todo el mundo: el llamado perdón masónico.

A la luz de esto, desde 1825, el absolutismo quiso cambiar de ídolo para satisfacer sus intereses de venganza. Si bien los carlistas empiezan a perder, a partir de 1833 son perdonados siempre, y vuelven a conspirar contra sus enemigos. Desde 1812, comenzó la lucha entre las dos Españas, una defensora del progreso, la libertad y la igualdad, contra otra partidaria de la reacción, la tradición y el clericalismo. Si bien los masones -refiriéndose a los liberales- dicen que la guerra es una farsa, las diabluras catalanas hay que frenarlas, si no los liberales van a aprovecharse de ello, Pérez Galdós señala, en boca de sus personajes, que los liberales no tienen nada que ver, ya que solían secuestrar a un liberal y conservarle como buen regalo; dice que ellos sirven solo para fusilarles. La figura de Salvador Monsalud, representante de lo heroico y político, en la II serie de los Episodios, personifica la lucha entre liberales progresistas y absolutistas.

Ahora bien, la sublevación apostólica de 1827 ha sido “repugnante”, no tenía ni lógica ni plan ni justicia en los cargos; fue provocada por la sociedad secreta “El Ángel Exterminador”, perteneciente al absolutismo, formada por consejeros cesantes, inquisidores sin trabajo y obispos ambiciosos. Fueron los cabecillas catalanes los que pudieron decir la verdad acerca de esto, pero los fusilaron justo después de perdonarles para garantizar su silencio (Troncoso 143).

Dice uno de los personajes, muy apasionado por la disciplina, que en España hacen falta hombres estrictos y autoritarios, ya que el país está podrido de malas ideas que hay que sofocar; por tanto, España es como un hombre cruel y sanguínario. Por su parte, otro afirma que España es un hombre con ideas y sentimientos, quien teme de Dios (Troncoso 160-161).

En las dos obras, Cataluña se destaca como:

Relación Cataluña-España en los dos Episodios
Gerona

  • - Nuestra querida y desgraciada madre España.

  • - Si Gerona cae, España también.

Un voluntario realista

  • - Dice en un pasaje: “más adelante se va a saber quién es Cataluña […], que en el palacio de Madrid saben todo pero se darán un paso para actuar. […] Esta tierra de cristianos tendrá a fin el verdadero gobierno cristiano” (Pérez Galdos, Episodios nacionales 27-28).

  • - Se nota una cierta discrepancia en opiniones con respecto a la guerra; hay unos que la aprueban, la ven como necesidad y otros la aborrecen.

  • - En otro pasaje dice que Cataluña va proclamar la guerra porque el monarca era incapaz de asumir el trono (Pérez Galdos, Episodios nacionales 33).

  • - Esta guerra que tiene como objetivo el robo, cuyo móvil principal es la envidia.

  • - La fiebre del absolutismo: dice Pérez Galdós que era una guerra de insultos y miserias, llena de intrigas frailescas, descarada y disfrazada de justicia. En referencia a Cataluña, dice que necesita frescura para limpiarse de lo que viene del sur (Pérez Galdos, Episodios nacionales 54).

  • - A los liberales les tachan de jacobinos, demoniacos, enemigo de los reyes y la fe.

Analizando los dos episodios, Pérez Galdós ha acertado en trasmitir la vida que tenían los catalanes durante la época de invasión francesa, sobre todo, aquel siglo era casi ignorado por la historia. En su calidad de escritor de inclinaciones realistas, tenía clara su posición política; podríamos decir que Pérez Galdós abrazó las ideas liberales, pero al mismo tiempo veía inconveniente una relación rota entre España y Cataluña. Entonces, a lo largo de los dos episodios, se nota que el destino de ambos era inseparable. Mejor dicho, Pérez Galdós, en su calidad de historiógrafo, poeta y político pretendía aportar una nueva forma a las regiones en donde reinaba el romanticismo.

Pérez Galdós ha sabido cómo cuidar la documentación que se ha producido inspirada en los episodios, así como pintar los ambientes conforme al realismo, resaltando el detalle más significativo de las plazas y calles, comercios, o el interior de casas burguesas. Por ello, sus personajes, al ser realistas, tenían retratados sus gestos morales y físicos, su indumentaria y su lenguaje diferenciado. Por tanto, la obra de Pérez Galdós se caracteriza por un estilo espontáneo, no-retórico, con pinceladas de romanticismo, donde aparece con frecuencia el monólogo interior que pretende reproducir los pensamientos del personaje. Es sabido que Pérez Galdós se ve influenciado por Cervantes, especialmente por la ironía que utiliza en sus escritos.

Para Pérez Galdós el pueblo es un conjunto de tipos sociales unidos por una esencia común nacional. El republicanismo resurgía a mediados del siglo XIX con el fin de unificar las filas de la burguesía liberal y las clases medias con los populares atrayéndoles hacia los valores burgueses (Suárez Cortina 161). Tal era el compromiso del intelectual en la cuestión social que contribuye en el reconocimiento y la función de las clases bajas. Pues el pueblo se configura como portador de la renovación. Enfatiza Álvarez Junco: “El pueblo participa de todas las características del Mesías, puro y sufriente hoy pero omnipotente mañana, cuando aparezca en todo su esplendor dispuesto a librar la última y definitiva batalla contra el Mal” (282). También lo rural es símbolo de pureza ante el industrial burgués; de acuerdo con Álvarez Junco (288), la obsesión de hacer comunidad y nación con sentimientos patrióticos debería implicar a las masas populares. Si la idea de lo nacional proviene de las clases más humildes, incorruptas y puras de la sociedad, aptos para liderar el progreso y el intento al cambio, se trata de un pensamiento que no está ajeno a la perspectiva republicana de Pérez Galdós.

Obras citadas

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Historial:
  • » Recibido: 26/08/2021
  • » Aceptado: 20/09/2022
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